La vieja receta de Argentina sigue vigente: las individualidades lo rescatan del olvido. Gracias a ellas le ganó 2-0 a El Salvador.
El juego del equipo nacional no fue capaz de destrabar una defensa que por momentos acumulaba ocho hombres en el área, sin contar al arquero. El gol parecía imposible porque todo terminaba en las manos de Derbi Carrillo o afuera. Gonzalo Higuaín y Roberto Pereyra tuvieron las más claras del primer tiempo pero nada tiraba abajo la muralla salvadoreña.
Y el complemento siguió igual. La única diferencia fue que a los 9’ el botín que se cruzó en un remate argentino hizo que la pelota terminara en la red de un Carrillo ya descolocado. El zapatazo de afuera del área había sido de Ever Banega, el único volante al que Gerardo Martino no le encomendó tal tarea. Pereyra, Lavezzi, Tevez y Di María (que jugaron detrás de Higuaín) figuraron en la lista del “Tata” como potenciales disparadores.
Y si lo de Ever fue sorpresa, lo de Federico Mancuello en su estreno como hombre de Selección fue un verdadero batacazo. La figura de Independiente mandó a guardar un bochazo exquisito de tiro libre y casi sin ángulo (nobleza obliga: el “Tucu” Pereyra fabricó la falta previa después de un taco de lujo).
El gran debut de Mancuello salvó la ropa de una Argentina incapaz de golear a un pobrísimo equipo, uno que no vio para nada mal un simple 0-2 ante tantas figuras.